Standgaard's

Acabó llevando a Gill a su casa porque no sabía cuánto se habían infiltrado los Insolita en el MIB y prefería no arriesgarse a quedarse allí montando guardia como un idiota en un edificio tan grande lleno de rebeldes que podían salirles detrás de cualquier esquina. Mejor que se fuera a dormir y ya asomaría la cabeza al día siguiente. Si todo se había solucionado y Zeta andaba por allí le diría que después de pegarle un tiro a JJ le habían noqueado y había pasado la noche en la enfermería. Si por el contrario habían vencido los otros iría a su campamento a lloriquear y a pedir clemencia, los reductos de insurrectos solían ser muy crédulos y vulnerables a los buenos sentimientos de los malos arrepentidos. Que Gillian hiciera lo que le diera la gana. - Como en tu casa. - Dijo al abrir. - Si tienes hambre come, si tienes sueño duerme, si quieres ver la tele está ahí. - Le señaló el cacharro, bien visible coronando el salón. - Yo me voy a la cama, no me la juegues, recuerda que te he acogido en mi casa porque te he visto muy hecha polvo después de que no sé quién se introdujera en tu mente y te apretara las tuercas. - A ver si despertando su compasión se evitaba amanecer con un cuchillo clavado en la espalda, que no se terminaba de fiar de la dependienta de Muebles Interesantes de Baño.

Ha dejado que Morten la sacara y la llevará por toda la ciudad. Pensaba que irían a una cafetería o algo por el estilo así que cuando han llegado a un apartamento ha supuesto que irían a su casa. Incluso ha pensado que podría volver a su casa, demasiado tarde, esta lejos y no quiere andar. Así que prefiere quedarse allí. Suspira y se apoya en una pared, observando todo. Es tan distinto a su casa.

- ¿El baño? Me gustaría darme una ducha. –Pregunta con curiosidad. Tiene ganas de darse una ducha, quitarse la suciedad de encima y el ha dicho como en su casa, eso quiere decir que puede hacerlo. Uf, además, quiere mirarse porque le duele mucho la espalda, seguro que tiene otro moratón, espera que no sea un corte. - Podría decir lo mismo, señor que tiene pesadillas estando despierto.

La condujo hasta la puerta del baño como pedía y le indicó en qué armario podría encontrar toallas limpias. Como vivía solo tenía únicamente tres grandes para secarse el cuerpo y ninguna pequeña de pelo, era un chico, lo llevaba corto y no había necesidad. - Tú me has librado, yo te he librado y estábamos en paz. - Explicó como si hablara con una niña enana. - Pero ahora yo te he traído aquí, así que me sigues debiendo una. - Cerró la puerta del lavabo antes de que Gill pudiera replicarle porque prefería dejar que pensara que estaba en deuda con él. Entendámonos, no iba a reclamarle que le saldara dicha deuda, pero igual servía al menos para que no la tomara con él y no fuera por ejemplo a largarle verdades a Anäis.
Como él sí tenía hambre se dirigió a la cocina y sacó dos paquetes de sándwich precocinado de pollo y dos latas de cerveza. Lo puso todo en la mesa confiando en que Gill querría cenar cuando saliera y encendió el televisor para pasar el rato.

Abre la boca para decir algo cuando el chico cierra la puerta de golpe, dejándola dentro del baño sola y con la palabra en la noca. Bueno, pues le llevará a su casa a tomar un té si así se queda más a gusto. Se da media vuelta y saca una toalla del sitio donde le ha indicado, la deja cerca de la ducha y empieza a desvestirse. Observa su reflejo en el espejo, ugh, parece que sí le va a salir otro moratón, por suerte ahí no se le va a ver. Abre el grifo y después se mete en la ducha.
Disfruta unos segundos bajo el grifo, dejando que se baña toda la roña que ha acumulado en ese asqueroso sitio, sin contar con algunas piedrecitas que aun tiene clavadas en las palmas de las manos.
Cuando finalmente sale de la ducha se envuelve en la toalla y se peina el pelo con los dedos. Sí, mucho mejor, ahora se siente limpia y más cómoda. Aunque no quiere volver a ponerse esa horrible ropa que huele a lucha, sangre y polvo. Abre la puerta y asoma la cabecita.

- Ejem –Empieza a decir para llamar su atención-, añadiendo al carro de las cosas que te debo, ¿no tendrás una camiseta así que no te importe dejarme? -Con una vieja que no use le sobra.

Se levantó de la silla y con la lata en la mano caminó hacia el baño para ver qué quería su huésped. - Sí. ¿Quieres unos calzoncillos también? - Por raro que pudiera sonar eso no era broma, suponía que después de ducharse querría ropa interior limpia aunque igual le daba reparo. Las tías eran raritas para según qué cosas. Morten cogió una camiseta ancha con el logotipo de un club deportivo de Dinamarca y se la tendió a Gill intentando no mirarla demasiado. No era por nada especial, sino que se había propuesto que ya no pasara entre ellos dos nada más que excediera la pura camaradería y verla mojada envuelta en una toalla no propiciaba esa clase de relación.

- Por suerte yo no me he hecho pis encima –Eso es un no, preferiría usar ropa interior limpia, claro que sí. Pero prefiere usar la suya. En cuanto le tiende la camiseta la coge y le dedica una media sonrisa a modo de agradecimiento. Cierra la puerta tras ella y deja la toalla a un lado, se pone de nuevo su ropa interior y se coloca la camiseta que le ha dado encima. Pues que fea, pero tampoco va a quejarse, claro. Deja su ropa a un lado, donde no pueda molestar y vacía sus bolsillos antes. Los chicles, el cuchillo, el spray, la pistola y el móvil. Lo coloca todo salvo el último objeto bajo la ropa y sale con el móvil en la mano, descalza, claro, mucho más cómodo. De repente empieza a reírse.

Hizo caso omiso de ese último comentario y volvió a su cena en cuanto Gill cerró para cambiarse. Al poco la oyó salir y comenzar a reírse desde el pasillo, así que estiró el cuello intentando verla sin levantarse de la silla. - ¿Qué pasa? - Igual debería ducharse él también porque tenía polvo en casi todo el cuerpo y sangre seca en las manos, pero estaba agotado incluso para eso. Toda la tensión de la pelea de aquella tarde se le vino encima de golpe y veía una tarea titánica hacer algo más que sostener el bocadillo en alto a medio camino entre el plato y su boca.

Al escuchar la voz del chico le sigue por el camino y se sienta en la silla de al lado, suponiendo que una lata es para ella y un sándwich también. Apoya los codos sobre la mesa y niega levemente, como si fuera algo que el no comprendiera. En realidad ella no sabe muy bien por qué se ríe pero le apetecía hacerlo.

- Todos han acabado inconscientes salvo nosotros, creo que Zeta debería darnos una medallita –comenta con una media sonrisa antes de volver a reírse, esta como ida. Quien le iba a decir a ella que iba a empezar y acabar el día así. Deja su móvil sobre la mesa y estira la mano hacia la lata de cerveza, no es una gran fan de esa bebida pero tampoco le hace ascos a lo primero que bebe en mucho tiempo.

Asintió después de oír lo que tenía que decir la chica y se quedó pensativo un momento. - ¿Sabes cómo se llama esa del MIB que da descargas de dolor? - Preguntó. - Es morena, con el pelo largo y la nariz así. - Se llevó el dedo índice a la punta de la suya para echarla hacia arriba en plan cerdito. Se estaba refiriendo a Noor pero como es lógico no lo sabía, si no no le haría falta indagar.

Mueve la lata cuando le pregunta y se queda pensativa. No sabe muy bien a quien se refiere pero después asocia el poder con la descripción, dando por sentado que no es Venus, que chica más maja.

- Noor. –Contesta con simpleza o eso le ha parecido escuchar, pero duda mucho que se equivoque, es más, cree que es de la elite o no-se-qué le dijo Scott.- ¿Piensa salir también con ella? Eso de tener dos novias puede ser interesante, yo te cubro las espaldas, tranquilo. –Alza la cerveza como si brindara por él antes de darle un trago.

Qué nombre más raro, claro que él no era quién para alardear precisamente de nombre normal. Se pasó una mano por la frente como para despejarse cuando era más que evidente que el sueño le vencería pronto. Parecía bastante derrotado. - Hasta tres se mantiene bien. - Rechazó su ayuda. - Con cuatro la cosa se complica, pero descuida, me conformo con Anäis. Noor es demasiado... - Lo dejó en el aire perdiendo un momento la vista en el agua del mar que se veía desde la ventana. Era demasiado parecida a él, eso quería decir, y por lo tanto cualquier relación se haría insostenible porque ella le pillaría en seguida y él necesitaría todo el rato sentir que la superaba. - Pero no me des sermones, ¿qué hay del tuyo? - Apuntó burlón después de dar el último trago a su cerveza. - Porque ese cardenal que traías el otro día solo puede ser de riña de enamorados. ¿De verdad estás con un tío que te pega? - Chasqueó la lengua.

No puede evitar esbozar una media sonrisa cuando dice aquello. Hasta tres, vaya, que cosas... Ella no entiende ese tipo de relaciones, si estas con una persona es porque bueno ¿ve sun futuro en común? ¿Puedes llegar a ver un futuro con tres personas? Si lo que quiere es tirarse a las tres que lo haga, pero nada de salir. Aun así estira el brazo, deja la lata sobre la mesa y coge el sándwich para darle un mordisquito.

- Así que Anais, ya veo que cuando quieres algo lo consigues, que poco has tardado –empieza a pensar, no hace mucho le dijo que le gustaba- ¿cómo ha caído en tus redes? ¿Flores y bombones? –Pregunta con cierta curiosidad. Y vuelve a morder, mastica con tranquilidad y traga, por suerte antes de escucharle. Se le congela la sonrisa en el rostro y parpadea varias veces.- No –espeta-, no tiene nada que ver con una riña de enamorados, no sé qué te hace pensar eso.

Negó con la cabeza cuando ella preguntó por sus estrategias. - Es secreto profesional. - Tampoco iba a darle mucha información, en realidad la chica ya tenía demasiada. Aunque no lo pareciera Morten se sentía más débil desde que hablaba con ella porque le confesaba cosas que no sabía nadie más, como los intríngulis de su relación con Anäis o lo falsa que era. Le estaba dando a Gill una serie de datos que si la chica iba contando a quien no debía podían fastidiarle todo el plan, y ni siquiera sabía por qué lo hacía. Supuso que era porque Malkovich era la primera persona en mucho tiempo con quien tenía la oportunidad de hablar sin sentirse del todo incómodo. - Ah, ya veo. - Respondió con un tono que dejaba claro que no se creía eso pero que tampoco iba a insistir.
Se aflojó la corbata con una mano balanceándola de lado a lado hasta que el nudo le quedó sobre el pecho y se desabrochó un par de botones de la camisa, luego los puños y finalmente sacó de los bolsillos un par de monedas sueltas que llevaba encima.

- Eso suena a filtro amoroso –aunque eso de filtro amoroso suena más a Harry Potter, ¿qué pasa? La película salió el viernes y ella es una gran fan aunque no lo parezca Aunque ahora que lo piensa teniendo en cuenta todo lo que tiene el MIB no le extrañaría nada que haya algo para conseguir un falso enamoramiento. No cree que él lo haya usado, claro, simplemente lo ha dicho por picarle. Vuelve a darle otro mordisco, tiene hambre y bastante, todo sea dicho.- ¿Ya ves? ¿Qué ves? –Porque ella no ve nada, nada de nada. No sabe a qué se refiere y eso que las cosas son bastante claras. Virgil se queja, ella le chincha, el se las devuelve y así constantemente. Ah, sin olvidarnos de los consejos filosóficos por parte del encargado del laboratorio.

La joven sabía cómo picarle en su orgullo perfectamente. Morten apretó los labios un momento sin dejar casi translucir su irritación y después hizo un mohín como restando importancia a la provocación de Gillian. - Soy un bruto para muchas cosas. - Admitió. - Pero las mujeres no son una de ellas. - Y no creía que necesitara hacer mucho hincapié en eso, la misma Gill había caído hacía poco en la piscina aunque no fuera realmente enamoramiento. Pero bueno, era el primer paso y Anäis era más cándida, todo se juntaba.
Dudó a continuación entre si debería darle una explicación o fingir que se creía eso de que no había sido una riña de enamorados, pero decidió que haría lo primero porque le parecía más divertido y a pesar de estar cansado nunca rechazaba hacer la puñeta a alguien un rato. - Veo que estás en la peor situación de todas: la chica que se cuelga de alguien pero quiere convencerse a sí misma de que no lo está. - Se le aparecía claro como el agua. - Es horrible porque cuando te des cuenta estarás ya tan atrapada que te habrás enamorado hasta las trancas y podrá hacer contigo lo que quiera. Si no lo hace ya. - Le dedicó una de sus sonrisas inquietantes que incitaban normalmente a pegarle o tirarle algo. - Enamorarse es de imbéciles.

Al ver como aprieta los labios esboza una sonrisa, no quería picarle, solo era una pequeña broma que ha dicho sin maldad a diferencia de muchas otras veces. No dice nada más, muy bien por él si ha conseguido a una o como si consigue a dos más. Va a seguir comiendo cuando le escucha y apoya las manos en el borde de la mesa cuando él empieza a hablar y decir todo aquello. Parpadea confusa, sin saber muy bien qué decir. Que proponga aquello le produce nada más ni nada menos que una carcajada, ¿ella? ¿Virgil? Quizá en un mundo paralelo.

- Vaya, qué gran discurso, ¿lo tenías preparado o lo has improvisado sobre la marcha?

Ya no le apetecía psicoanalizar más a nadie, tampoco era su fuerte porque los demás no le parecerían nunca sujetos tan interesantes como él mismo. - Los voy improvisando. - Y ya el tema no daba para más, o eso parecía. De todos modos Morten se quedó en silencio mirando la tele por si Gillian quería añadir algo sobre su amor secreto, alguna gente era muy dada a las confidencias, y solo cuando terminó el telediario lo apagó con el botón rojo del mando a distancia.

Pues bien, felicidades, le ha quedado bastante bien, casi se ha parado a pensar a ver si tenía razón o no. Incluso se ha tomado unos segundos para pensar en Virgil, ¿siente algo? No. Nada. Quizá un poco de rabia pero nada más. Lo que le recuerda a su padre, ¿debería llamarle? Debe de saber lo que ha pasado y quizá está preocupado. Estira la mano, coge su móvil y en vez de llamar o enviar un mensaje lo que hace es apagarlo.

- Gracias por la cena. –Comenta sin muchas ganas y se levanta para caminar hasta el sofá que no está demasiado lejos, se sienta en una esquina, mirándose las palmas de las manos.

Morten no era lo que se dice perfectamente ordenado, así que decidió que la cocina estaba muy lejos y que ya recogería los envases al día siguiente cuando se despertara. Se levantó automáticamente para ir al sofá detrás de Gill pero antes de llegar se quedó de pie, indeciso, mirando a la chica y luego sucesivamente el pasillo que conducía a su habitación. Soltó un gruñido de frustración y se llevó una mano a la cara para frotarse los ojos cerrados.

Apoya los dedos sobre las líneas de sus manos y las recorre, sin mucho entusiasmo. Ella aun no tiene mucho sueño, está acostumbrada a acostarse tarde y levantarse pronto así que aunque este cansada no es su hora para acostarse, espera que el sueño no tarde mucho en llegar.

- No entiendo como la gente se fía de estas cosas –se gira un poco porque sabe que está detrás de ella y coge una de sus manos, la observa y pasa los dedos por encima de sus líneas-, es como si vengo y te digo que vas a ser rico. No te fías de mi y mucho menos si me pongo un pañuelo en la cabeza. –Reflexiona sin venir a cuento, en voz alta.

Cuando aún no se había decantado por una u otra opción Gill le cogió la mano y se puso a tocarle la palma. - No hagas eso, te voy a ensuciar. - Tenía heridas en los dedos de haber arañado el suelo cuando la rubia le ha empezado a rallar con leones que se lo comían. No se preguntó si Malkovich sabría que Morten mantenía una lucha interna entre irse solo a su cama o tumbarse con ella en el sofá sabiendo que posiblemente entonces pasaría algo: daba por hecho que ella lo hacía a propósito. Nadie podía ser tan tonto, o si se quiere ser políticamente correcto "ingenuo", así que la cosa dependía de él. Lástima que fuera un hombre y por lo tanto débil a las tentaciones de la carne, porque terminó dejándose caer en el sillón junto a ella pero manteniendo una pueril distancia de medio metro.

Ignora su comentario y continua recorriendo con el dedo las líneas de su palma, finalmente coge uno de sus dedos y lo examina. Tiene algunas heridas, supone que cuando se ha puesto a arañar el suelo por lo que ha ocurrido en el túnel, ella por suerte no ha llegado a ese extremo porque aunque quisiera el dolor le impedía pensar para dar la orden y hacer algo más. Suelta su mano cuando él empieza a moverse y se sienta a una distancia prudencial. No muerde, pero aun así no dice nada.

- Me gusta este sitio –dice mientras se mueve para acercarse un poco, ¿a qué viene tanta distancia? –Es pequeñito y tiene vistas al mar, desde mi casa no se ve. Es una pena.

Se consoló pensando que igual no harían nada porque él se estaba durmiendo de verdad, se le cerraban los ojos. De hecho las palabras de Gill le llegaron como entre brumas. - ¿Ah sí? - Murmuró. - ¿Y dónde vives... tú? - Y sin darse cuenta se quedó frito tal cual estaba, con la ropa puesta y medio torcido en el sofá. No tardó mucho en abrazarse a la chica como si su cuerpo, en ausencia del control de la conciencia, buscara desesperadamente calor humano después de haber vivido siempre solo y en ocasiones maltratado. Ya tendría tiempo de hacer mejor las cosas cuando se despertara si es que recordaba algo con nitidez.

Asiente lentamente con la cabeza, va a decir algo cuando de repente se da cuenta de que se está quedando dormido. Esboza una media sonrisa. Ella vive un poco lejos, a las afueras, en una urbanización. Pero claro, no llega a decirlo. En cuanto ve como Morten se mueve no duda en acurrucarse a su lado y cerrar los ojos para quedarse durmiendo después, medio abraza a él.