Muebles Interesantes de Baño

Esta chica habla muchom demasiado ¿Qué dice de un colegio de monjas?
- Las monjas no existen, son los padres.
O eso me dice siempre Lore. Menos mal que la tengo de hermana, sino Garrett me habría causado obesidad infantil por darme de comer contínuamente hamburguesas del McDonald's. Miro con asquito como me estrecha la mano con su mano... sucia... la... que... estaba... en... en... váter. Bueno, da igual, eres una niña. Los niños del anuncio de Skype están todo el día enguarrinaos, así que yo también puedo ensuciarme.
- No trabajo, tengo doce años ¿Se han muerto ya muchos niños por tu culpa? ¡Porque si es así vergüenza debería darte, mala persona, recupera el móvil!
Y le miro fulminándola con la mirada, a lo mayor.

- ¿Tu madre no es monja?, ¿por qué?
Yo y mi manía de querer saberlo todo, pero es lo que tiene ser una niña curiosa. Luego me llaman pesada y me mandan a la esquina para que me calle, pero eso son gajes del oficio. Se me iluminan los ojos cuando dice que no aparento mi edad y que estoy alta. Oins, piropos así no te los dicen todos los días... a no ser que tengas una abuela constántemente al lado y no, Lore aun no lleva faja, que no se la he visto.
- ¿Resucitan como Jesús?
Oye, si los niños de África resucitan yo también quiero. Quiero poder acer puenting sin cuerda, desnucarme y resucitar. ¡He dicho!

- No sé que es ser ateo
Esta chica dice unas cosas muy raras y no la entiendooo A ver si va a ser de otro país y lo que pasa es que me está hablando en otro idioma... ¡como en chino! Eso es, si entrecierras un poco los ojos se ve como amarilla. Es china fijo.
- ¿Jesús? Es ese al que nombra todo el mundo al estornudar. Debe de ser muy famoso.
Igual es el rey de todo el mundo o algo así. Lo único que se es que una vez le escuché a un señor decir que resucitó al tercer día. Aunque ese señor era la mar de raro, llevaba vestido y repartía hostias (?) Eso no puede ser nada bueno.

- ¿Y si no sé quién es ningún Jesús sigo siendo atea? Me lio
Cada vez entiendo menos las cosas y eso me frustra mucho, tanto, que como siga así voy a acabar llorandoa moco tendido. Tengo doce años, si, pero mentalmente de los ocho no paso, es lo que tiene el trauma del divorcio o algo así decía Garrett.
- Yo no quiero meter la mano en el váter, me da asco .___.
Miro por el agujero y veo un movil rosa chillón flotando cual... cual tronco de árbol caíso (?) Que bien me vienen esas clases de poesía avanzada, luego compongo unas frases que ni Chéspir.

- No sé... no sé en qué idioma está ese nombre.
Nunca me lo he replanteado, no es algo que influya mucho en mi existencia como niña. La miro extrañada cuando se presenta. ¿Eso no lo hemos hecho ya antes?. Aunque igual es un déjà vu de esos que dicen.
- Yo Zoe, Zoe Kunze, encantada
Voy a mirar otra vez en el váter y algo me succiona haciéndome desaparecer (?)

No puedo rolear más, sorry ;__;

Como hoy por la mañana no había encontrado el informe que le pidieron ayer, ni mucho menos lo había dejado en la mesa del despacho del señor con bigote que se lo ordenó, hoy han castigado a la nueva becaria a ayudar en la tienda de váteres de la organización. Que vaya tela tiene el asunto aunque a la pelirroja le parezca lo más normal del mundo. ¿Por qué la gente no puede enriquecerse vendiendo baños? ¡Si todo el mundo tiene al menos uno en su casa! Negoción.

- ¿Eres Victoria? -Verdaderamente, la han mandado a recibir a una delegada española aunque, como siempre, no le hayan dado ni una sola explicación a una chica tan ingenua que ni las pide. Entonces, la ve atrancando una tubería-. ¿Qué haces? -Y descubre lo que es. Plastilina-. ¿Tienes más?

Ni se inmuta cuando escucha una voz femenina a sus espaldas. Si fuese algún encargado de la tienda le hubiese pegado tres gritos en vez de preguntarle armoniosamente que si se llamaba Victoria. Pues no, no se llamaba así, aunque sería curioso saber qué esperaba recibir aquella chica de la tal Victoria, así que dió media vuelta con una afable sonrisa dirigida a la pelirroja.

- Efectiviwonder, y tú eres... Perdona, pero soy horrible pa' los nombres, va a ser mejor que me refresques la memoria -mentir era un arte, ya que eso es algo que no todos saben hacer de forma tan natural como Jan. Mientras espera la respuesta de la chica rebusca en sus bolsillos en busca de más plastilina, y encuentra otro paquete, esta vez amarillo y no verde. No molaba tanto porque no parecía una mucosidad, pero al menos la chica no se quedaría mirando-. Pa' ti pa' siempre -añade con su típico acento del este de Inglaterra, exasperante, ya que para la mayoría es difícil de entender. Pero a ella le da igual, que se compren un traductor si quieren hablar con ella.

- Ah, ¿pero se supone que sabías quién soy? ¿Soy famosa en tu pueblo? -Como siempre que no entiende algo, ladea la cabeza hacia la izquierda un poquito como si así fuese a funcionar mejor su cerebro. Pero no suele funcionar y por eso pregunta las cosas sin cortarse ni un pelo, con el desparpajo de una cría de cinco años a la que aún no han enseñado las reglas básicas del trato social. Criaturita.

Antes de escuchar su respuesta, en su cabeza pelirroja empieza a bullir una historia fantástica en la que ella es hipermegaconocida en el pueblo de la rubia. Igual ayer estaba encendido algún micro de la Sala de Conferencias, casualmente conectado a una emisora que emitía en abierto en su pueblo... ¡Y ahora todo el mundo la conocería! Ella, Niamh L. Gallagher. Reina célebre de algún pueblucho de mala muerte. ¡Tendrá que comprarse una libreta de autógrafos! Por ahora, garabatea su firma en una hojita que arranca de su bloc y se la entrega a su primera fan.

- ¿Todos me hareis ofrendas? -Pregunta ilusionada cuando recibe a cambio la plastinila amarilla. Genial.

Frunce el ceño, incrédula. ¿Es que se ha teñido también las neuronas de naranja, o que simplemente no le llega la sangre al cerebro? A saber. Mira a la oligofrénica negando con la cabeza, desilusionada. ¡Jan quería divertirse descubriendo quién era la tal Victoria y lo que realmente ocurría era que la pelirroja era del género tonto! Anda que ella, también... Bueno, nunca es tarde para cambiar de opinión sobre una persona. Por eso, volvió a dar media vuelta y, al terminar de atascar su primer lavabo (ni cuando montas tu primer mueble de Ikea, oye) fue a por un reto mayor, un váter. Comenzó intentando desencajar la cisterna, pero pesaba mucho. Mira, al final la loca le iba a servir de algo.

- Deja ese papelacaco por ahí junto a las "ofrendas" y ayúdame a levantá esto -casi ordenó, aunque con el mismo tono condescendiente de antes, más que amable. Mientras la esperaba daba pequeños golpecitos en el suelo con la puntera de sus Vans-. Y qué, ¿me has traío lo que te mandé? -preguntó, curiosa. Lo normal cuando vas a buscar a alguien que no conoces en persona es que quieras algo... Igual era dinero, quién sabe.

En vez de preocuparse porque la tipa esté destrozando toda la sección de El Baño que Tenía Lady Dy en su Casa, la pelirroja asiente comprensivamente al impulso investigador de la rubia. Ella tambien siente la necesidad de saber cómo funcionan las cosas y ya se ha tirado toda la mañana comprobando si los grifos funcionaban y tirándose al suelo para ver la conexión de los váteres a la pared. Pero nada, una chusta. Todo de pega, ahí puesto sin más en cada rincón sin estar conectado a nada ni, mucho menos, funcionando. Y por eso pasa de hacerle caso a lo que le pide. No tiene sentido perder su tiempo con algo que ya sabe cuando tiene plastilina en las manos.

- No hay nada ahí detrás -Siente decepcionarla, encogiendo los hombros mientras trata de moldear un elefante amarillo. Sin embargo, lo siguiente que dice la saca de su ensimismamiento y hace que vuelva a la realidad. Maldición, ¿tenía que haber traído algo? Frunce el ceño tratando de recordar lo que le dijo el señor con bigote y no, no recuerda nada. Sólo que tenía una mancha de mayonesa en el mostacho. Empieza a sospechar de la rubia. Pero no de sus malas intenciones, sino de su posible locura. ¿No le ha dicho su jefa que hay una epidemia o algo así? Pobrecitos. Su instinto protector se activa y se acerca a ayudarla-. No tenía que traerte nada -Su voz es tan dulce como cuando habla con sus plantas. Le agarra las manos para que deje de intentar romperlo todo-. ¿Estás bien? ¿Muerdes? No pasa nada, aquí está Niamh para ayudarte. Todo irá bien.

- Ya sé que no hay na' ahí detrá, morena -sí, morena, que Jan sabía muy bien que las pelirrojas y rubias naturales no existían, ya que eran un mito de los tiempos de Cleopatra. Se llevó una mano a la frente, la cual frotó mientras decidía como actúar. ¿Con que no debía entregar nada a la tal Victoria, eh? Pues ella no se iba a de allí sin saber qué quería-. ¿Y si no me traes mis cosas pa' qué has venío a por mí? ¿Quién te envía? ¿Traes una carta bomba que cuando la lea se autodestruirá y volaré en mil pedazos? Pues NO -añade con una mueca cuando la pelirroja se agarra a ella. ¿Pero qué confianzas son estas? Mira que es bollera y la intenta violar tras la cortinilla de la ducha. Se zafa como puede de ella y se aleja un par de pasos. ¡Contigo no, bicho!-. Cuidao con esos sirocos que te entran, Nina -sabía que no se llamaba así, pero el nombre que había dicho la pelirroja era mucho más difícil de aprender. Que se aguantase, no haberle tocado.

Si sabe que no hay nada, ¿para qué rebusca ahí detrás? ¿Rebuscar en la nada? Suena demasiado metafísico hasta para la irlandesa que, al escuchar ahora cómo la llama morena, suspira apenada. Resulta que no sólo tiene mal la cabeza, sino que le afecta ya a la vista. Seguro seguro que es mucho más difícil de curar. Ya le preguntará a alguien del laboratorio, que los ha visto por ahí con batas y seguro que saben.

Entonces la pobrecita entra en plena crisis nerviosa, con manía persecutoria y huída incluída. Toma aire y se llena de la paciencia infinita que tiene para curar a los animalitos, diciéndose a sí misma que esto es igual a cuando rescató a aquel perro que tenía una herida en una pata y mordía antes de alejarse corriendo. Paciencia, cariño y voz suave. Para que no la muerda. Pobrecita, ahora entiende por qué el señor del bigote le mandó a buscarla. Necesita ayuda. ¡Ellos la curarán!

- ¿Cómo te voy a dar una carta bomba aquí metida? Moriría yo tambien y no quiero. Si así fuese, te la enviaría por correo -Lejos de intentar amenazarla o acentuar su paranoia, la pelirroja sólo quiere razonarle las cosas. A su manera-. Tus cosas las tengo ahí detrás guardadas para que no se pierdan, que antes estaba distraída con la plastilina y se me olvidó. ¿Quieres venir a verlas?

Si es que es una máquina para calmar animalitos, sólo hay que ver lo quietecita y callada que se ha quedado la pobre perturbada. Já. Como un día los del laboratorio se despisten, se va a presentar Niamh a robarles el puesto. Porque, ¿quién mejor que ella para ayudar y cuidar de los pobres desamparados que se volvieron locos por sus poderes? ¡Ella les curaría a todos! O al menos los tendría muy quietos y sumisos, así sin morder a nadie.

- ¡Hola! ¿Te mandan a ayudarme? -Responde con su vocecilla al ver a un chico arreglao con su camisa y con su todo. Seguro que en la bolsa trae un kit de ayuda porque aunque el señor de bigote no le hubiese dicho nada de que le mandaría refuerzos, ¿por qué se iba a arreglar alguien para comprar un váter si no fuera porque trabaja ahí? Y al usted se lo ha comido el gato, porque, según el razonamiento de la pelirroja, si le han mandado a vigilar váteres con ella, no puede ser un superior suyo. Y viejo tampoco es-. Llegas un poco tarde, ya está calmada. Pero, ¡ven! ¿Qué llevas en la bolsa? -Entonces se acuerda de algo y le tiende la mano-. Yo soy Niamh.

La sonrisa de la irlandesa se ensancha radiante al escuchar la confirmación de un chico que le quitaría el aliento de ser ella una chica de diecisiete años normal. Pero como no lo es, sólo ve cómo viene a quitarle problemas. Porque las cargas entre dos siempre pesan menos, que se lo dice su madre siempre. Por suerte, siempre hay alguien dispuesto a echarle una mano a la pelirroja. Le estrecha la suya y asiente, contenta por tener a alguien capaz de cargar con el peso muerto de la rubia.

- ¡Genial! Aprovechemos ahora que está calmada para meterla ahí en la trastienda y que no moleste a los demás. Le da por romper cosas a la pobrecita, ¿sabes? -Con un dedito, señala a la rubia y supuesta Victoria ya calmada-. ¿Puedes tú solo o te ayudo así cogiéndola de los pies?

Se acerca a la rubia y le agarra por una de sus Vans. Sin embargo, al escuchar el ofrecimiento del chico, deja caer la pierna sin darse cuenta. ¡Hasta le traen frutas! ¿Pero qué es esto? ¿Más ofrendas?

- ¿Eres de su pueblo? -Que ahora va a ser súper famosa, piensa mientras se acerca al chico y le coge una pera. Pero antes de morderla, le entran los remordimientos y decide terminar su trabajo-. Bueno, mejor me cuentas mientras la ponemos allí.

Suspira, resignada y sintiendo una pena infinita por la rubia inconsciente, antes de asentir a las palabras que le dice Gabriel. Que ella no haya sacado la carrera de medicina, ni lo hará, no impide que no sepa reconocer la inestabilidad mental en cuanto la ve. Sobretodo si su jefa le advirtió sobre ella el primer día de trabajo y le describió todos los síntomas: manía persecutoria, agresividad, ganas de huir, paranoia sobre conspiraciones... Lo tiene todo apuntadito en su bloc y no sospecha que, con absolutamente todos los insolita que se pueda llegar a cruzar cumplirán los síntomas uno por uno si se enteran de que ella trabaja en el MIB.

- Es una enferma mental, sí. Creo que se golpeó la cabeza al tratar de escaparse de mí -Le confirma con mucha penita, antes de abrir los ojos azules como platos ante lo siguiente que dice. Ay no, que la hemos liado. Se suponía que tenía que recoger a Victoria, ¿y no ha sido capaz de mantenerla viva?-. ¿Muerta? ¡Ay no, que me matan! -Se acerca como una bala a tomarle las constantes, que ha visto muchas pelis, y suspira aliviadísima. Niega con la cabeza y empuja suavecito al chico en la espalda, dirigiéndole a la trastienda para que no rechiste-. Has venido a ser mi ayudante y yo tenía que esperar a Victoria. Y a Victoria no le pasa nada, ¿ves? Respira. Pasa para ahí y túmbala.

Como si por el simple hecho de respirar, ya estuviese a salvo. Cuando el chico le hace caso por fin, tapa a la rubia con una tela que encuentra y cierra la puerta.

- ¿Y ahora qué hacemos?