Plaza central

No pensaba llamarla Gilly, así que todos en paz. Iba a negarse de nuevo pero entonces pensó que igual era divertido. Siempre se quejaba de que se aburría y allí tenía precisamente algo con lo que entretenerse: daría clases a la chica, sí. No se desesperaría mucho si solo practicaban lo más básico y él se acordaba de no meterle mucha caña. Si había dicho que sus padres estaban en el MIB era mejor no arriesgarse a que la niña apareciera con un moratón y dijera que había sido él el causante, se veía un futuro negro. - Bueno, podemos intentar algo. - Concedió al final a regañadientes. - Pero con la condición de que me llames si te atacan. No vas a ser la única que se lo pase bomba repartiendo leña, ¿eh? - Lanzó el palo del polo hacia atrás sin mirar dónde caía.

El silencio de Morten hasta que finalmente acepta se le hace eterno. Cuando de su boca sale las palabras que deseaba escuchar no puede evitar esbozar una gran sonrisa. Esto va a cambiar muchas cosas y va a llenar sus ratos libres. Ya verás cuando se lo cuente a sus dos mil cuatro seguidores-que por cierto tiene un poco abandonados esa noche- ya está viendo el tweet “Chico guapo me da clases de lucha”. Debería ser un poco más clara, porque Morten es algo más que un chico guapo.

- Trato hecho –mira por donde al final lo que ha dicho le ha servido para que el chico se decida a ayudarla- ¿y cuando empezamos? ¿ya? ¿aquí? –Aunque quizá no es muy apropiado.

- Naturalmente que no. - Contestó un poco irritado. - ¿Te parece buena idea que nos peguemos en la plaza central de la ciudad? ¿Por qué no nos subimos al banco y gritamos que somos mutantes? Es un modo más fácil de llamar la atención. - Esperaba que Gillian pensara un poco más de normal o lo iba a tener crudo para enseñarle nada. Ya le había dicho que tenía poca paciencia, pero quería intentarlo a pesar de todo y por eso respiró hondo y se puso a pensar. - Hay una sala de conferencias en la organización donde voy yo a entrenar de vez en cuando. Me llevo el saco. - Le dijo a la chica. Seguro que sabía a qué sala se refería, ella llevaba mil años viviendo dentro. - Podemos hacerlo allí. ¿Quieres ir ahora? - Qué alumna más entusiasta. Él se había puesto muy cómodo en el banco, pero nunca decía que no a una buena ración de leches.

Vale, se ha emocionado, ¿qué pasa? Es una idea que le llama la atención y si hubiera tenido la oportunidad quizá hasta hubiera aprendido antes algo pero eso no es lo que entra en sus planes, bueno, en los de sus padres. Y entonces el chico dice aquello que le hace parpadear.

- Yo no soy... como tú. –Dice finalmente. Ella es normal y aburrida. Ni poderes ni nada por el estilo. No sabe si lo comprenderá pero tampoco es que le guste mucho hablar de eso porque está rodeada de gente que hace cosas increíbles le encanta y a la vez le da un poco de envidia, sobre todo cuando Scott consigue abrir cualquier cosa con solo soplar. Asiente con la cabeza, sabe dónde está la sala de conferencias, no llegó ayer.- ¿Ahora? ¡Claro! –No tiene nada que hacer antes de que su padre salga del maldito laboratorio, ¿ese hombre no duerme? Si es sincera no recuerda porque empezó a quedarse en el centro hasta que el saliera. Sin esperar mucho más se pone en pie esperando a que el chico haga lo mismo para irse.

Puede que Morten fuera algo lento de sesera, pero captó al instante lo que Gill quería decir y enarcó ambas cejas mientras la miraba con incredulidad. - ¿No estás modificada? - Preguntó tras asegurarse de que no había nadie cerca. Era fácil para él: ni oía ni olía a otras personas que no fueran la joven que tenía delante, así que descartaba con toda seguridad cualquier presencia. Lo bueno de su don era que podía servir también para localizar invisibles a no ser que pudieran también dejar de oler. Eso de que Gillian fuera normal le daba a él otro motivo para sentirse más guay que ella. No es que normalmente necesitara razones para ello, pero si se lo justificaban se crecía aún más y le encantaba, dejando de lado que odiaba cuando le picaba la ropa o cuando tenía que verse obligado a prescindir de la sal por encontrar su sabor insoportable. - Vale, vamos. - Se levantó y salió con la muchacha.

Mientras sigue deambulando - aunque se choca con un par de ancianos que intentan asestarle un garrotazo, pero no pasa nada - ve a una chica que busca fundirse con el cristal de una de las tiendas. Se queda mirándola, divertido; de todos modos, tampoco tiene otra cosa que hacer.
Por la cara de agonía de la chica, deduce que está tan pobre como él; así que se acerca y mira los precios de la tienda en cuestión... y casi le da un infarto.
- Veo que esta tienda no conoce el término "rebajas".

Se encoge un poco cuando escucha el golpe que se da la chica contra el escaparate porque ha sido de unas dimensiones bastante importantes. Para su desgracia, ahora no se puede reír aunque tiene muchas ganas, pero no quiere quedar de maleducado delante de una desconocida. ¡Pero qué golpe! Si tiene la frente como el culo de un mandril.
- ¡Ah, bueno! Si ahora sólo vale cuatro mil, creo que podré pagarlo en... ocho largos años. - calcula. Con la mierda de sueldo que gana siendo cajero en el supermercado, lo de los ocho años aún le parece una utopía. Quizá si, durante ese tiempo, viviese bajo un puente y no gastase nada de dinero en comida...
- ¡No, no! Yo me conformo con mirar, pero lo hago desde una distancia más segura... ya sabes - comenta señalando su frente.

Por mucho que la chica se frote la frente, la sigue teniendo roja como el culo de un mandril. Bueno, mejor usar otra metáfora más fina y decir "como un tomate". El caso es que sigue roja, vaya.
- Aún así serían dos mil euros si no me equivoco... hasta dentro de cuatro años no podría juntar todo el dinero. Me temo que este bolso y yo somos incompatibles - dramatiza poniéndose una mano en el pecho y dejándose caer contra el cristal, intentando parecer realmente abatido.
- ¡Eh, eh! Tengo muchas faldas que van a juego con ese bolso rosa de flores - bromea.

Por supuesto, Jeremy piensa que la chica ha cogido totalmente la broma y le está siguiendo el juego. Pobre de él cuando se entere de que, realmente, le están considerando un travesti/transexual. Dejará de un lado el humor, eso seguro.
- Claro, me llamo Rose - prosigue con la broma. Incluso suelta una leve risotada. - aunque mis amigos me llaman Jeremy. Un placer
Sonríe y le tiende la mano, pero se queda a cuadros cuando Jane le pincha la mejilla. Alza una ceja, preguntándose si la salud mental de la chica no está bajo mínimos.
- Eh... sí. Es barba de tres días. La verdad es que conseguirla solamente me cuesta... ¡Tres días! - vaya mierda de frase acaba de decir.

- ¡Claro! Tú puedes llamarme Jeremy - responde estrechándole la mano, sonriente. Bueno, quizá haber pensado que la chica estaba un poco mal de la cabeza había sido una locura y, en realidad, quien estaba un poco tocado era él. A lo mejor Jane sí había entendido la broma y le estaba haciendo sufrir un poco. Eso le pasa por ir de gracioso.
- ¿Hormonas? ¿De qué estás hablando? - se extraña. A lo mejor se piensa que toma anabolizantes o algo así. ¡Pues de eso nada! Sus músculos son naturales. Por algo ha estado currándoselo durante tres años en el gimnasio. ¡Ya nunca más sería Jeremyto el gordito! ¡Malditos sean Matthew Harrison y el mote que le puso en el instituto!

Al escuchar la verdad de la boca de Jane, casi le da algo. De hecho, tiene que plantar una mano en el escaparate para no caerse. ¿Por qué? ¿Por qué le pasaban estas cosas a él? Si fue un niño muy bueno y es un adulto aún mejor.
- So-soy un hombre. Un hombre... auténtico - replica, hablando casi en susurros. Es que se ha quedado hasta sin voz el pobre.

Al escuchar la primera frase, se siente un tanto aliviado. ¡Por fin Jane había sido capaz de ver que él era un hombre!... pero su alivio dura diez segundos, exactamente el tiempo en que la chica coge aire para seguir hablando.
- ¡Que no, que no! - se queja zafándose de su abrazo. - ¡Que soy un hombre de verdad! ¡UN HOMBRE! Antes estaba bromeando ¡No tengo faldas! - aclara antes de desabrocharse el cinturón y bajarse los pantalones, quedándose en calzoncillos - ¿Ves? ¡Un hombre!

- ¡No, no! No te asustes - pide mientras vuelve a subirse los pantalones. Sólo faltaba que ahora le arrestasen por exhibicionismo. Encima una anciana se acerca y le da un garrotazo en toda la cabeza, según ella "por pervertido y asqueroso" ¡Qué bien! - ¡Señoraaaaaaa! - se queja, pero la mujer se aleja de él refunfuñando y pasa de sus lamentos. Qué simpáticos son los ancianos.
- ¡Estaba bromeando! ¡Si me he reído al decírtelo y todo! - se queja mientras se frota la cabeza. En este momento incluso ve doble ¡Qué golpe!

Asiente al escuchar a Jane. No es que el comienzo no haya sido ortodoxo, es que ha sido una bazofia de comienzo; para qué negarlo. Se ha semi-desnudado, ella se ha dado un golpe contra el escaparate, el karma se lo ha devuelto y ha hecho que él se haya llevado un garrotazo. En definitiva ¡Qué tarde más productiva!
- Bueno, si quieres puedo ayudarte. Te prometo que no te enseñaré más los calzoncillos; ni me pondré en bañador ante ti.