Parque Sur

Rueda los ojos, abriendo y cerrando la boca mientras Aaron habla, haciendole burla mientras habla. ¿Es que no podía ser más pesado? Al menos el largirucho se portó mejor y no fue tan idiota, se comportó en cuanto vio lo que le hacían a la otra traidora. ¿Pero este? Puff, en serio que le estaban entrando unas ganas locas de meterle la cabeza bajo tierra, ¿eh? O al menos darle un par de guantazos y desahogarse, que también tiene que bajar la alegría que le ha entrado que Zeta aceptase su invitación.
-¿Defenderos? Por favor, Aaron, deja de decir gilipolleces. Habeis tenido el suficiente tiempo para actuar mejor y no lo habeis aprovechado, ahora ajo y agua.- Y que empezase a utilizar otro tonito porque su voz comenzaba a irritarle y eso no era bueno, para nada bueno.- Pero mira, si tanto quieres defenderte te suelto y nos pegamos, a ver quién gana a quién, ¿eh? - Le iba a reventar las costillas y esa cara de chulo de playa
Cuando Lesa comenzó a decir esas cosas se extraño un poco porque él seguía agarrando a Aaron, pero entonces mira a Roxanne y esboza una media sonrisa. Mira, ella también podía ser cruel cuando se lo proponía. Un codazo le desconcierta un poco y hace que Scott vuelva a centrarse en Aaron. ¿Intentando escapar? ¡Já! Aún tenía su cabeza agarrada, de la cual tira al mismo tiempo que le agarra de la muñeca izquierda y le obliga a colocársela en la espalda. Que intentase escapar, que lo intentase, verás dónde iba a acabar su hombro. Pero le deja así, sin hacer nada para que escuchase a Beth. ¿Al largirucho en sus filas? Menuda mierda.

Este tio cada vez le parecía más idiota. ¿No podía utilizar un poco la cabeza aunque probablemente la tenga atontada gracias a la torta que le ha dado? Porque vamos, hay que ser imbécil para seguir insultando, gritando y demás cuando le puede romper el hombro en cualquier momento. Empieza a retorcerle la muñeca mientras dobla un poco más el brazo de Aaron, haciendo presión pero sin llegar a romperselo todavía.
-O te callas tú o no vuelves a ver a tu novia en la vida, ¿te enteras? - Le explica y le tira de nuevo de los pelos para que mueva la cabeza hacia él, aunque tenga que mirarle de reojo.- Ya te hemos dicho lo que queremos, así que más te vale hacerlo y sin truquitos o nosotros haremos uno con Lesa, uno de espadas, y no nos saldrá bien. ¿Entiendes? Y sé un poco más hombre, llorica de mierda.- Dice eso último golpeándole la cabeza contra el suelo y levantándose, apartándose del chico. Bueno, mentira, antes le da una patada en las costillas para dejarle un rato sin aire, para dejar que se vayan sin causar molestias de nuevo.
Como Lesa se ha acercado a él diciendo un montón de tonterías sin sentido que él en ese momento no entiende y ahora está de rodillas sin oponer resistencia, solo necesita dar un par de pasos para agarrar a Lesa cual saco de patatas, ignorando los gritos que puede llegar a dar y por supuesto sin importarle cuantos golpes pueda darle porque luego se los devolverá todos juntos, lo puede dar por hecho. Le hace un gesto con la cabeza a Roxanne para irse, echando a caminar con Beth y dejando ahí tirado al gilimemo ese.

Decidió enviar a tomar por saco la camiseta, y los pantalones los aguantaba porque no tenía remedio si no quería que le detuvieran por exhibicionismo. Morten necesitaba entrenar para conservar el trabajo y además le gustaba, así que salir a correr era un placer para el rubio que se había decantado esta vez por el Parque Sur. Lo que ocurría era que desde los experimentos que le habían practicado todo era un poco más complicado: podía oír y ver a mucha distancia, sí, pero a qué precio... el más mínimo roce le molestaba y aquella ropa parecía hecha de esparto, le rascaba la piel como un demonio. Esa era la razón de que fuera haciendo footing sin camiseta y con el pelo empapado en sudor pegado a la frente. Qué asco le daban el verano y el calor.

Oyó perfectamente todas y cada una de las notas que entonó la chica a la que acababa de adelantar y le pareció un ruido bastante desagradable. En defensa de la joven había que decir que a Morten le parecía desagradable casi todo, así que aunque hubiera sido la mismísima Beyoncé le habría sonado a gato atropellado. Puso los ojos en blanco y siguió corriendo a su ritmo. Llevaba varios años haciendo deporte con regularidad para poder aguantar el ritmo de los entrenamientos y las competiciones, y por eso sabía que era importante mantener una misma cadencia de pasos para no cansarse antes de tiempo: si se hacía el chulo y quería ir más rápido pronto la respiración se le aceleraba y el corazón le latía más fuerte en las sienes. Vamos, que la teoría la conocía... pero en cuanto la chica le pasó por delante no pudo evitar apretar otra vez y alcanzarla fingiendo que no le dedicaba la menor atención.

La chica se quedó rezagada pero pronto la oyó acercarse otra vez. Morten apretó los puños como si se estuviera jugando algo importante decidido a mantener el primer puesto, asustando con su cara de mala leche a una mujer que se cruzó de frente llevando un carrito de bebé. Francamente no esperaba que la rubia le fuera a meter una pierna por en medio con la obvia intención de hacerle la zancadilla. A cualquier otro le habría parecido quizá una reacción exagerada pero él era tan competitivo que le pareció normal: él habría hecho lo mismo. Eso no quita que no se cabreara cuando trastabilló y por poco no acabó en el suelo. ¿Y se ponía a toser? - ¡¿Se puede saber qué demonios te pasa?! - Había frenado en seco después de tropezarse, pero como la chica no paraba se echó una carrera hasta alcanzarla y ponerse delante para que tuviera que parar si no quería estamparse contra él, y sinceramente eso no sería buena idea porque Morten le arrearía un puñetazo sin pararse a considerar los pros y los contras. Estaban solos en aquella zona del parque y nadie le culparía por defenderse de aquella corredora medio loca que se creía el malo de Ben Hur.

Ese idioma ni siquiera era humano, por favor. ¿Hablaba klingon? No sabía de qué se sorprendía: alguien que se atrevía a enfrentarse así directamente a un mal bicho como Morten no podía estar muy en sus cabales. Esbozó una sonrisa que se parecía mucho a las de los mamíferos grandes y brutos. - Yo no pierdo nunca, monada. - Dio un zarpazo con la intención de arrebatarle el walkman sin darle tiempo a reaccionar y lo miró con desdén. - ¿Quieres que te preste unos pavos? A ver si te modernizas, aunque no dejarás de dar pena.

Se debatió consigo mismo unos instantes pero luego desistió. No era buena idea ir por ahí asesinando a las chicas que se cruzaba y dejando sus cadáveres esparcidos por el parque, así que le devolvió el walkman. Se sentía magnánimo porque sabía que sin trampas la rubia no le habría ganado corriendo ni en ninguna otra cosa. - En realidad no quieres que me compre una camiseta. - Afirmó muy seguro de sí mismo. - Admítelo, soy mucho más grato de mirar que los árboles. - No esperaba respuesta porque ya sabía él que estaba toh potente, su espejo se lo decía todas las mañanas.

Aquella chica objetivamente no le despertaba ningún interés: parecía simplona, ingenua y - por amor de dios - llevaba un walkman. A él le iban más de otro tipo, más mayores, seductoras, seguras y crueles. El tipo de mujer que podía encontrarse en la guarida de los MIB casi cada día. Por eso le gustaba su trabajo, bueno, en parte... porque repartir galletas también le encantaba. Por fin podía considerarse feliz después de haber pasado una infancia penosa en un rincón apartado del planeta.
Bueno, a lo que iba, que la rubia normalmente le habría dado igual, pero al afirmar que Morten no le parecía atractivo le irritó y le dieron ganas de obligarla a cambiar de opinión. ¿Pero cómo podía hacerlo? Se consoló convenciéndose de que lógicamente estaba mintiendo, nadie podía preferir mirar un árbol a mirarle a él. - Mejor para ti, porque aunque lo confesaras no conseguirías nada conmigo. Me sigues pareciendo una histérica. - Que le había puesto la zancadilla, por favor.

Pues nada, fin de la conversación. Se disponía a girarse para seguir corriendo cuando la chica alargó el brazo para palmearle un hombro. Por puro reflejo Morten la cogió del antebrazo en un abrir y cerrar de ojos, acostumbrado a esquivar ganchos, apretándole la muñeca quizá demasiado antes de darse cuenta de que ella no suponía un peligro y atreverse a soltarla. - No se toca. - Gruñó. Estaba molesto consigo mismo por haber reaccionado así, poco más y le hacía una llave. No podía ir llamando la atención de ese modo o acabaría durmiendo en comisaría, y entonces sus superiores se iban a cabrear.